domingo, 29 de julio de 2012


Se terminó el verano en Londres y se terminó mi primer fin de semana olímpico. El plan esta vez era sencillo, porque Manon tenía que trabajar el sábado por la noche y todo el domingo, así que esta vez sería yo la que iría a su pueblo para ver el ciclismo y luego me quedaría a dormir en su casa. El problema era que tenía que utilizar el transporte público para llegar hasta allí y en Londres llevaban mucho tiempo avisando de que, durante las Olimpiadas, las personas con tickets para algún deporte tendrían prioridad y que el resto previéramos grandes retrasos. Así que me levanté temprano y me fui con tiempo de sobra.

En mi estación probé suerte a ver si podía comprar directamente allí los tickets hacia Leatherhead, pero la vendedora no me lo puso nada fácil (os traduzco directamente la conversación, porque es un poco larga). "Perdone, ¿puedo comprar aquí el billete para viajar de Victoria a Leatherhead?", "Sí, pero desde esta estación no puedes viajar hasta allí, tienes que ir a Victoria", "Sí, ya lo sé, tengo mi tarjeta Oyster para ir a Victoria, sólo necesito el billete para Leatherhead", "Pero a Leatherhead no puedes viajar con la Oyster, son cosas diferentes", "Lo sé, por eso necesito un billete... (silencio) pero imagino que en Victoria habrá muchas colas y por eso quería saber si lo puedo comprar aquí", "Vale, pero no compres billete para ir a Victoria, te va a salir más barato ir con la Oyster". Y se quedó tan pancha. Pero bueno, al menos me dio mi billete.

Al final fue una tontería lo de ir con tanto tiempo de sobra, porque tuve incluso menos problemas que en días anteriores. Cuando me encontré con Manon me dijo que era mejor que fuésemos una parada más, porque allí no llegarían los ciclistas hasta más tarde. Y, como ya estábamos dentro, nos metimos en el tren sin pagar.  Pero con las Olimpiadas está todo muy controlado y en las estaciones donde no hay tornos, se ponen guardias a pedir los tickets y a vendérselos a quien no tiene.

Primero los vimos pasar desde ahí en primera fila, pero apenas nos dio tiempo a reaccionar, así que cuando pasaron todos nos fuimos a donde más tarde harían un circuito y darían varias vueltas de unos veinte minutos. El camino andando hasta allí tardó una media hora y cuando llegamos, estaba tan lleno de gente que no pudimos ver nada. Pero seguimos caminando más adelante y cada vez el sitio para verlos era mejor, por lo que seguimos andando más y más. Al final, estábamos tan lejos de la estación de tren que tuvimos que andar más de una hora para encontrar la siguiente más cercana, pero pudimos tomar fotos como estas (tenemos muchas más, ¡y son sin zoom!).





Esta última os la enseño para que veáis el ambiente que había. Estaba lleno de ciclistas aficionados con trajes  marking-packing apuntando para todos lados (horror).

Cuando por fin llegamos a la estación de tren, nos fuimos a Guilford a comer algo y a echar la tarde. El restaurante elegido para comer fue un Tu! Sushi, no sé si sabéis lo que es. Es un restaurante de sushi donde te sientas y la comida va pasando por todas las mesas en una especie de cinta corredora (como la de las cajas de los supermercados) y tú vas cogiendo lo que te apetezca. Los platos son de diferentes colores y según el color, así es el precio. Además de eso, en cada mesa había grifitos de agua y un botón de ayuda para cuando necesitaras llamar a un camarero. Cuando lo pulsabas, se paraba la música del restaurante, empezaba a hablar tu mesa en japonés y se encendía una luz hortera.

Íbamos muy bien, eligiendo los platos con buena pinta de entre los más baratos, hasta que vimos tres trocitos de pescado frito en un plato amarillo. ¡El amarillo no salía en la lista de precios! Así que entre el agobio de que se nos iba el plato, lo cogimos por si acaso y después decidimos comérnoslo porque "total, por muy caro que sea...". Seis libras. Tres trocitos de pescado, seis libras. Y encima con mayonesa de wasabi, que eso estaba asqueroso. Después no parábamos de ver platos amarillos y de los más caros pero más barato que ese con mucha mejor pinta y más grande, pero ya era demasiado tarde para escupir.

Después nos fuimos de compras y estuvimos tomándonos un helado del McDonalls, pero a las seis nos cerraron y ya no había nada más que hacer, así que fuimos al Tesco a comprar unas pizzas para la noche y nos cogimos el tren para casa de Manon, o para el bosque en el que vive. Los padres se iban a encargar de acostar a los nños, así que podíamos estar en la casa a nuestras anchas, a la expectativa de si alguno de los dos lloraba. Que no fue el caso. Así que estuvimos comiendo, charlando, viendo vestidos en el ordenador... Pero no nos acostamos muy tarde. De hecho, creo que ha sido el día que más he dormido de seguido desde que llegué a Londres (incluso en mis regresos a España), porque Manon no tenía que trabajar hasta las 11:30 y aprovechamos.

El día de hoy amaneció con un tormentazo impresionante y con un día de los más lluviosos que he visto desde que llegué. Manon tenía que trabajar una hora y media y luego vendrían los abuelos de los niños un par de horitas para que ella pudiera descansar, así que la esperé en su habitación con el ordenador y luego nos fuimos a dar una vuelta a ver qué podíamos comer, pero era todo bosque. Cuando llegamos a la "zona comercial", como decía ella de broma, entramos al único restaurante que había: un chino. Fue muy gracioso, porque era gigante, tenía seis o siete trabajadores y estaba vacío, así que todos para atendernos a nosotras. Lo mejor fue el momento en el que vino una china a ponernos las servilletas en las rodillas. ¡Ah! Y una china que estaba enfadada en algún lugar del restaurante y gritaba en chino.

El camino de vuelta a casa era caro, largo y tenía varias opciones. Al final me decanté por lo menos caro. Me cogí un tren hasta Clapham Juction y desde allí me saldría y me cogería el 37, que me deja en la puerta de mi casa. Nunca había estado en esa zona, pero sabía que el 37 pasaba por allí. Así que cuando salí de la estación de tren no tenía ni idea de a dónde ir a coger el autobús, pero lo encontré. Al final, entre esperar veinte minutos al tren, unos cuarenta de trayecto, encuentra la estación de autobuses, espera el autobús, unos veinte minutos de trayecto... pues cerca de dos horas para llegar a casa.

Aquí,por supuesto, estaban unos amigos de Tamsyn y de Hugh; esta vez, con sus respectivos hijos. Pero yo me fui al gym a machacarme un poco. Esta vez, además de todo, he descubierto una máquina para hacer interiores de piernas. Después del gimnasio, hice algo que no suelo hacer en mi casa (algo tendría que tener a mi favor; siempre son cosas las que no puedo hacer aquí, como pasarme todo el día en pijama o salir en braguitas de la ducha): me di un baño de los calentitos, largos y agua hasta arriba. Lista para empezar una nueva semana.

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