martes, 10 de julio de 2012

Hoy es uno de los días laborales que más cansada llego para escribir el blog. Me levanté, como todos los días, a las siete de la mañana para preparar el desayuno a los niños y no los he podido acostar hasta las nueve. Además, hoy en mi tiempo libre he aprovechado para machacarme un poco en el gimnasio. Así que estoy completamente agotada.

En un principio, el plan para hoy era ir con los niños a la piscina, pero hoy estaría cerrada de once a doce de la mañana, por lo que era una tontería ir justo antes o después. Así que Tamsyn me dijo que Beth (la nany de Romally) iría con las niñas al soft play (un sitio de colchonetas, piscinas de bolas y toboganes), que podía unirme con ella a las nueve.

El autobús tardó más de media hora en llegar. Mientras tanto, los niños iban correteando y pegando chillidos. Cuando por fin llegó, el área de los carritos estaba llena y no nos podíamos subir (Beth llevaba a Arianna), así que a esperar al siguiente. Llegó en menos de cinco minutos (como veis, la frecuencia de los autobuses está muy bien planteada).

El soft play/play center era el mismo al que fui en mis primeras semanas con Tamsyn, cuando yo aún no iba sola con los niños a ninguna parte y ella aún estaba embarazadísima. Alannah iba por su lado con Romally, pasando las dos de Charlie (que de vez en cuando venía contento a darme un abracito). Menos mal que a él le encanta jugar a su rollo. Si hubiera sido al revés, me hubieran tocado llantos toda la mañana.

Después de una hora, les compré a los peques un gingerbread man (una galleta con forma de muñeco, como la de Shrek) y una botella de agua para todos, pero cuando Charlie bebió, me llenó exageradamente toda la botella de mijitas de gingerbread man, así que directa a la basura. El viaje de vuelta fue tranquilo y Beth muy agradable conmigo (dentro de lo que la barrera idiomática nos permitía). Pero hemos hablado que podemos quedar más a menudo para hacer planes con los niños. ¡Incluso me dio un abracito de despedida! (A estas alturas, lo que agradezco cualquier muestra de cariño).

Después del almuerzo, me fui un ratito a descansar a mi cuarto antes de ir al gimnasio. Cuando subía a mi habitación, escuché a Alannah preguntarle a su madre que por qué me iba y ella le dijo que era mi tiempo libre (ya no se quiere despegar de mí ni un segundo).

En el gimnasio he estado alrededor de una hora (ducha incluida). Media hora andando/footing/corriendo en la cinta (lo iba combinando), y unos veinte minutos entre máquinas de brazos y pecho y abdominales. Las abdominales bien, pero de brazos y pecho ando para el arrastre. Me puse lo mínimo (5 kilos a cada brazo) y me hice mi primera sesión de diez, a la segunda sesión ya sólo podía seis veces, cinco veces mal hechas la tercera vez y me rendía. Era triste ver cómo los abuelillos (no había nadie joven) me daban veinte vueltas y media.

A mi regreso, me tocaba baby sitting. Tamsyn estaba con los niños en la oficina de Hugh viendo las vistas de Londres, así que me subí a mi habitación a esperarlos. A las seis no tenía noticias de ellos, así que bajé a cocer la pasta; pero cuando la terminé, aún seguía sin saber nada. Al final, me llamó a las 18:30 para preguntarme si podía recoger a los niños en 15 minutos en la estación de tren, que se les había hecho un poco tarde.Cuando llegaron, Charlie estaba muy cansado y empezó a llorar porque sus padres se iban. Pero en cuanto se fueron, dejó de llorar y volvió a ser el Charlie de siempre.

A todo esto, aunque nunca me detengo a contarlo, los caminos de un sitio a otro no son nada fáciles. Alannah se estaba haciendo pipí y quería correr para llegar a casa pero a la vez le dolía el pie e iba cojeando y pegando grititos; Charlie que va a la velocidad de la tortuga y tengo que ir tirando de él, se paran en todas las casas a coger flores...

La última hora del día no ha sido tan dura. Avisé a Tamsyn y Hugh de que Charlie estaba muy contento, para que se lo pasaran bien sin preocuparse, y dejé a los niños que se tomaran la cena en el sofá viendo la tele (soy muy blandita). Después de la cena, los lavé un poco (a Charlie más a conciencia, tenía los pies que daba pena verlos), le preparé su leche y les leí un cuento. Primero, uno a los dos en la habitación de Charlie y luego uno a Alannah en su cama. Total, que cuando me quise dar cuenta, aún no había ni empezado a preparar mi cena y ya eran las nueve.

Así que buenas noches. Mañana no voy a poder con mi alma.

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