lunes, 21 de mayo de 2012

Este último sábado, crucé el umbral del primer mes en Londres. Se me está haciendo un poco duro. El hecho de estar viviendo en casa de unos desconocidos quema mucho. Cuando quiero ducharme, lo aviso; cuando quiero tomar algo, me cercioro de que sea el momento adecuado; cuando están todos en el salón en sus respectivos menesteres, no sé qué hacer...

Hoy, además, Tamsyn me había dicho que me haría un planning de la semana, pero no lo ha hecho. El problema de eso es que no puedo planificarme mis días porque no sé cuándo me pueden necesitar. Ya no para quedar con alguien o ir al gimnasio, simplemente para estar en mi habitación y poder cerrar la puerta, y no dejarla abierta por si me necesitan o con cargo de conciencia de si estaré metida en mi habitación cuando debería estar trabajando (aunque sólo sea ver los dibujitos con los niños).

Hoy estaba aquí la abuela. La verdad es que me ha parecido mucho menos estirada de lo que creí ayer y me ha sacado muchas veces tema de conversación. Además, la he ayudado varias veces a lo largo del día, sobretodo a decirle donde guardan las cosas (me he dado cuenta de que soy una experta en casa de los Brennan). Su papel aquí ha sido el de ayudar con las tareas domésticas: aspirar, planchar... Aunque me ha hecho mucha gracia que en el tendedero había cuatro cosillas mías y me las ha dejado allí de regalo.

Después de llevar a Alannah al colegio, las amigas de Tamsyn vinieron a tomar un café, así que me fui con Elliot y Charlie a jugar al jardín. Comenzaron regando las plantas con una regadera con forma de elefante que le compraron a Charlie hace un par de semanas; por supuesto, acabaron echando el agua por los aires. Charlie se puso perdido de agua. "Oh, Charlie, you are full of elephant's wee-wee" (Estás lleno de pipí de elefante), le dije. Le gustó tanto, que se lo dijo a todo el mundo.

Uno de los momentos más difíciles del día para mí es cuando tengo que recoger a Alannah del colegio y siempre me recibe con cara de decepción y preguntándome por su madre. Hoy, como siempre, no quería despedirse de su amiga Isobel (siempre se dan besitos de boca, besitos de nariz, besitos de dientes... pero sus madres siempre le regañan por darse besitos de lengua) y una de las manualidades que había hecho en el cole (siempre vuelvo a casa cargada) se la quería regalar a Isobel, pero cuando nos fuimos, se le había olvidado, así que quería que volviésemos atrás para dárselo. Yo le dije que ya no sabía dónde estaban, que se lo diéramos mañana, pero se enfadó conmigo. Al principio iba muy lenta en el patinete, pero luego se acordó de que más adelante estaba Romally (de la que antes había pasado cuando estaba Isobel) y corrió que se las pelaba.

Al llegar a casa y ver que no estaba su mamá, empezó a llorar desconsolada, pero no le hice mucho caso, así que se fue a su habitación a llorar y, al poco rato, ya estaba tranquila llamándome para ayudarla a cambiarse de ropa. Cuando Charlie llegó, también estaba llorando y decía que no quería ir al parque. Hemos tardado más de media hora en tratar de convencerlo, pero no había manera. Así que, al final, he ido yo primero con los niños y, a la media hora, llegó Tamsyn.

El playground (la zona de los columpios) estaba hoy a rebosar. Han salido unos rayitos de sol y los ingleses ya se creen que hace buen tiempo y hacen picnics y van en mangas cortas. ¡Los niños se han puesto perdidos! Estaban jugando a hacerle una madriguera a los erizos, en una agujero que había en el suelo, echando daisys, sticks, and grass (margaritas, hierba y palos), y acabaron utilizando sus zapatos a modo de pala, llenándola de tierra y echándoselo en las cabezas los unos a los otros. Total, hoy no me ha tocado bañarles...

¡Buenas noches!

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