sábado, 30 de junio de 2012

No pensaba que lo diría, pero por fin estoy en Londres. Se suponía que el viernes llegaba al centro de Londres alrededor de las cinco de la tarde, pero a esa hora aún estaba en el aeropuerto y, poco después, de vuelta en casa. El día ya empezó gracioso, porque al probar mi equipaje de mano en la cesta de Ryanair, no cabía; así que empecé a darle a mi padre aquellas cosas que me iban pareciendo prescindibles. Al final descubrimos que en el fondo del bolso había un cartón para darle forma y que era lo que impedía que pudiésemos sacar el bolso con facilidad (o sea, que el cartoncito me costó 50 euros la vez anterior).

Cuando pasé el control de metales, acostumbrada a coger el mismo vuelo, me dirigí directamente a la puerta C para el control de fronteras y ya miraría dentro la puerta de embarque. Cuando estaba dentro y la miré, ¡mi puerta era la B18! así que, para llegar, tenía que volver atrás en el control de fronteras. Cuando salí sigilosamente, los guardias empezaron a gritarme. Les expliqué lo que me había pasado, me preguntaron si era española y les dije que sí. Por lo visto, si hubiera sido extranjera, habría tenido problemas para que me hubieran dejado pasar de nuevo.

Cuando estábamos sentados en el avión (con un poco de retraso) todo empezó con normalidad: el avión andando, los azafatos haciendo su teatrillo... pero llevábamos más de un cuarto de hora dando vueltas por las pistas y el avión no aceleraba ni daba indicios de querer despegar. Se preparaba en una pista, se paraba y retomaba la marcha a la misma baja velocidad hasta otra pista de despegue. Entre el avión ya se escuchaban algunas risas, cuando vi a un coche con sirenas viniendo hacia nosotros y el avión se paró.

En ese momento cometieron dos errores: primero, que no explicaban absolutamente nada en español; segundo, que el azafato se puso a vender revistas como si nada pasase. Su primera explicación (únicamente en inglés) fue que había algún problema y que iban a comprobar que todo marchaba bien. Después de una hora esperando su respuesta, nos dijeron que todo iba bien y que retomábamos la marcha; pero después de dos nuevo intentos, el avión se dirigió a la zona de aparcamientos de aviones. Se ve que nos dijeron que uno de los motores estaba roto y que nos teníamos que bajar y nos llevarían en autobús a una de las terminales, donde nos explicarían mejor.

En la terminal, la gente estaba como loca y los guiris muertos de hambre. Nos llevaron a una parte fantasma del aeropuerto donde todo estaba cerrado y nos dijeron que no podíamos salir de allí hasta que pasara un tiempo. Se suponía que en una hora llegaría un avión de Ibiza y nos llevaría a Londres. Pero el avión no llegaba. En los carteles ponía que se estimaba que nuestro avión saliese a las 17:05, pero uno de los trabajadores nos dijo que no era seguro, que era una estimación (el horario de estimación del vuelo se fue retrasando).

Entre otros derechos como el de dejarnos hacer una llamada o darnos cheques para comida, teníamos tres opciones: o bien esperar al vuelo, que nos devolviesen el dinero o cambiar el vuelo de día y fecha; así que después de siete horas, decidí que me cambiaran el vuelo porque no tenía sentido aguantar aquello cuando no tenía prisa en llegar a Londres, ya que me había cogido un vuelo antes de tiempo porque los que había para el sábado y para el domingo no me los podía permitir.

Cuando llegué a la oficina de Ryanair, la empleada me preguntó que quién me había dicho eso, que podían meterme en el primer vuelo que hubiese, pero nada de elegir. Sin embargo, según ella, el siguiente vuelo era de noche y era una tontería cogerlo cuando podía esperarme al que iba a llegar de Ibiza. Si yo quería, podía devolverme el dinero y que yo pagara la diferencia para el día que quisiese; así que, mosqueada, le dije que quería mi dinero (que me llegará algún día en mi banco).

Cuando llegué a casa, reservé un vuelo para esta mañana (60 euros más caro) y me informé de mis derechos como pasajera. Cuál fue mi sorpresa cuando entre ellos estaba el de elegir un vuelo futuro a mi conveniencia de día y hora, siempre que hubiese plazas. Así que hoy he ido de nuevo a reclamar mi dinero.

El vuelo de hoy ha sido tranquilo y se me ha hecho corto (aunque al final he tenido ese espantoso dolor de cabeza que hacía tiempo que no me daba).

Al llegar a casa, aún no había nadie. Me puse a deshacer la maleta y, una media hora después, Charlie estaba en la puerta de la casa gritando mi nombre. Los niños se han puesto locos de contentos al verme. Nada más que haciendo cosas para enseñármelas, pegados a mí, dándome arrumacos... Y me han traído un llavero de Irlanda con un trébol que habla de la amistad.

Así que bueno, empiezo mi segunda etapa en Londres. Ha sido gracioso porque hoy, cuando subía a mi habitación mientras les decía "buenas noches" a Hugh y Tamsyn, ella me ha dicho medio en broma "and thank you for come back!" (¡Y gracias por volver!).

1 comentario:

  1. Ryanair son siempre problemas y nosotros que siempre caemos... En mi último vuelo con ellos el avión se retraso casi 4 horas! (y sin explicación alguna, obviamente, para qué molestarse)

    En fin... al menos has podido volver sana y salva. Espero que todo siga genial en esta segunda etapa.

    Un saludo ;)

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