domingo, 10 de junio de 2012

Este fin de semana parece que todo giraba en torno a España: primero el rescate, después el fútbol... Y aquí estoy pegada a los medios de comunicación, sintiéndome como una españolita sola, indefensa y rodeada de guiris; preguntando a todo el mundo cómo se están viviendo por allí las cosas para poder contagiarme un poco.

El día de ayer terminó siendo bastante diferente a como me lo planteé. Cuando me desperté, desayuné y me vestí (como mucha más calma de la que suelo tener los fines de semana) fui al gimnasio para ver si me había dejado allí la tarjeta. No. Así que tendré que hacerme una nueva por 6,50 libras. Es la maldición del gimnasio, nunca podré ir.

El siguiente mandado que tenía que hacer era buscar el hotel de mis padres. A penas tardé diez minutos en encontrarlo. Me quedé muy contenta, porque está bastante bien situado y muy cerca de la estación de autobuses de Victoria, de donde llegarán. No obstante, hoy Tamsyn me ha dicho que el viernes puedo hacer los planes que quiera, así que me quedo más tranquila llevándolos yo misma.

Después de mis quehaceres como buena hija, quedé con Paloma, la nany española, en Picadilly Circus para irnos de compras. Entramos a millones de tiendas que nunca había entrado porque, básicamente, no me puedo permitir. No os imagináis la excentricidades de los ingleses, con especie de bosques dentro de las tiendas y todo. Chulísimas. Y de paso, también entramos a un centro comercial de las primeras firmas en Oxford Street, por el que había pasado mil veces delante y ni siquiera sabía que existía. Mola jugar a adivinar quién está allí para comprar y quién está como tú, simplemente para curiosear.

Pero ya sabéis, lo mío desde que estoy en Londres es Primark. Me estoy aficionando a mirar en los percheros en rebajas y encontrar alguna joyita. Ayer, por ejemplo, cayeron unos shorts con estampado azteca y una camiseta de encaje. Siete libras las dos (se está convirtiendo en mi cifra clave). De paso, aproveché para hacer algún regalito que otro. Salí muy contenta de la tienda porque me había costado menos de lo que pensaba, pero luego me di cuenta que se había equivocado y que me había cobrado una cosa de menos. (Mis ganas, cuando llegué a mi casa y se lo estaba enseñando a mi madre por Skype me di cuenta de que sí, me había cobrado una cosa de menos, pero también me faltaba una cosa en la bolsa).

El camino de vuelta a casa fue horrible. Estuvimos una hora buscando la parada de autobús de Paloma (que al final no encontramos el que queríamos) y después tocaba mi turno. Nos despedimos justo en la parada de metro de Marble Arch, así que aproveché el tirón, aunque después tuviera que hacer trasbordos, con tan mala suerte que cuando estaba en la boca de metro vi el cartel de que no había trenes justo para el sentido que yo necesitaba. Así que me di la vuelta y el guardia tuvo que abrirme la puerta y yo tuve que ir andando dirección Bond Street.

Cuando fui a pasar mi tarjeta por los tornos, me daba error, así que tuve que explicarle al guardia lo que me había pasado y me mandó a la taquilla para que me lo arreglaran. A esperar cola. Cuando por fin llegué a Victoria para coger mi tren, me di cuenta de que no tenía suficiente crédito en la tarjeta para volver a casa (justo en la estación donde hay más gente recargando). A esperar cola. No sé deciros exactamente cuánto tiempo estuve esperando, pero había seis máquinas y sólo una aceptaba billetes y encima los panolis de delante mía usaban mi máquina para pagar con tarjeta. Y, para colmo, justo la mujer que estaba delante de mí utilizó mi máquina para recargar dos libras (lo mínimo son cinco), así que un rato intentando meter el dinero y devolviéndoselo, hasta que tiró la toalla (era algo tan estúpido como pensar que Jack no va a morir esta vez en Titanic). Total, que cuando logré recargarla, mi tren se estaba yendo delante de mis narices. De nuevo, a esperar. Media hora.

Fue desesperante, llevaba dos horas batallando para lograr coger el tren de vuelta a casa. Y, para colmo, mi móvil español no tenía batería y sabía que mi madre me estaría llamando preocupada porque le había dicho que estaría yo sola por el centro y que llegaría temprano a casa y ya eran más de las once en España.

El día de hoy ha sido, sin duda, más tranquilo, aunque tampoco ha tenido nada que ver con cómo me lo había planteado (eso significa no gimnasio). Me levanté a las diez (récord, creo) y Tamsyn me dijo que si quería ir con ellos a mediodía a hacer un picnic en Hyde Park. La idea sonaba bien y, esta vez, me apetecía; así que, en contra de mis planes, me apunté. Además, aparte del día de parque, prácticamente me han hecho una visita guiada en coche por Londres.

Hyde Park estaba hoy precioso, lleno de fuentes, niños jugando... El tiempo no ha sido muy allá, pero se estaba agusto. Cuando llegamos, los niños se descalzaron, se "despantalonaron" y se pusieron a andar por una especie de arroyo-fuente (el agua estaba tan fría que el pobrecito Charlie tenía las piernas rojas rojísimas). El picnic no fue tal, pero nos fuimos a la terracita de un bar a tomarnos un jamoncito, un choricito, salchichón, pepinillos, aceitunas (malas), empanada de salmón... Y después dimos un paseo por el parque, que estaba precioso; pero no muy largo, porque el partido empezaba a las cinco y el tráfico en Londres es horrible.

Antes de ver el partido, nos pintamos las caras. Mi pretensión es que todos tuviéramos las banderas de España e Irlanda, pero al final yo acabé con dos banderas de Irlanda, Charlie con una araña roja y Alannah con toda la cara roja, el cuello azul (por delante y por detrás), una mariposa que le ocupaba toda la barriga y todas las tetillas y un arco iris en cada brazo. Pero Hugh estuvo muy atento, porque vistió a Charlie con una camiseta roja y unos pantalones cortos azul marino. Decía que los irlandeses querían que ganase España, porque saben que va a clasificarse y que así Italia no puntuaría. Así que hoy he tenido doble sesión de fútbol.

Mañana, de nuevo, semana completa. El tiempo sigue sin darse cuenta de que ya va siendo verano. Pero me conformo con que haga bueno los días que estarán aquí mis padres. La semana que viene sólo podré tener la cabeza en el viernes...

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