domingo, 17 de junio de 2012

Ya es domingo otra vez y ya estoy en casa de nuevo, esperando a que suene el despertador a las siete para preparar desayunos y almuerzos. El finde ha sido genial, me he sentido realmente como si estuviera con mis padres de vacaciones, pero cuidándoles y enseñándoles todo.

El viernes se me hizo eterno. Estuve con Charlie en el parque y después se vino conmigo a mi habitación a ver Fireman Sam en mi ordenador mientras yo recogía las cosas que necesitaba llevarme. Cuando llegaron, fui a comprarles un ramito de flores (tulipanes, como a mi me recibieron en Londres, pero los míos eran amarillos) y me dirigí a la estación de autobuses. El autobús debía llegar a las 17:05, pero ya habían pasado unos minutos más y aún no estaban allí y en las pantallas de información decían que llegaría con retraso. En ese momento, me sonó el teléfono. Mi madre, que se habían equivocado de estación (¡No! ¿En qué parte de Londres estarían?, ¿cuánto tardaría en encontrarlos?). Pero al final, resulta que se habían bajado en Victoria de trenes en vez de en la de autobuses.

Al llegar al hotel fue una putada. Mi idea era quedarme a dormir con ellos en su habitación y colarme de alguna manera, pero había que llamar a la puerta para que te abrieran y te recibía un botones. Después, en recepción, la mujer me preguntó varias veces si no queríamos una habitación de tres u otra habitación. Era imposible. Pero cuando bajamos a dar el primer paseo por Londres, tuvimos una idea. El hotel tiene dos puertas, una de entrada y una de salida, por la cual, no hay que cruzar la recepción para ir a la calle. Así que ellos entrarían por la puerta principal y yo les esperaría en la calle hasta que me abrieran la puerta y pudiera colarme. Así hemos pasado todo el fin de semana.

En cuanto al turismo, el viernes estuvimos en Buckingham Palace, St. James Park (donde nos hinchamos de ver ardillas), Trafalgar Square, National Gallery, China Town (no os lo vais a creer, al final los llevé al chinorri puerco del sotanillo, no tengo perdón), Picadilly y Regents Street. Todo el camino andando (ida y vuelta).

La primera parada del sábado fue Primark (así de duro), pero tiene explicación. Quería que mi padre eligiera algún regalo para su santo (ya que el polito se me quedó allí sin pagar) y teníamos que comprar una manta para hacer un picnic a mediodía. Además, así a primera hora no habría tanta gente y hacíamos tiempo hasta la hora que llegase Manon. Cuando acabamos, fuimos al M&S a comprar todas las cositas para el picnic y nos dirigimos a Regents. Después de echar la mañana en el parque, fuimos andando también al British Museum y después a Westminster. La idea era montarnos en el London Eye y ver Westminster de noche, pero a mi padre le daba miedo la noria y empezó a hacer muchísimo frío (y aún no había anochecido). Así que nos fuimos a un Starbucks a tomar algo caliente mientras hacíamos tiempo, pero a las 18:57, una de las empleadas nos avisó de que cerrarían en tres minutos (¡el único Starbucks en todo Londres que cierra a esa hora!). Así que fuimos al hotel y nos pusimos a planear todo el resto de la semana.

El plan de hoy era sencillo. Iríamos a Candem Town y después vendríamos a cenar a casa. A las cuatro (aunque al final avisamos de que llegaríamos cerca de las cinco). De primeras, la idea de pasarnos todo el día en un mercado no le entusiasmaba a mi padre, pero al final creo que la magia de Candem le ha cautivado un poco. Hemos comprado un montón de regalos, nos hemos perdido por las miles de tiendas raras, hemos echado fotos, nos hemos hinchado de comer comida cosmopolita... Pero el chollo se nos ha acabado a las cuatro de la tarde porque teníamos cena (¡y no habíamos dejado de comer en todo el día!).

La cena, contra todo pronóstico, no ha tenido muchas anécdotas (tened en cuenta que ni ellos hablan español, ni mis padres inglés). Aprovechando que hacía buen tiempo (o no muy malo), hemos hecho una barbacoa en el jardín. Los niños haciendo de las suyas y yo intentando traducir a unos y a otros. Han tenido un detalle muy chulo, que han puesto música española (Julio Iglesias, Manu Chao y algún que otro flamenquito). Y, después de ponernos las botas, he vuelto a acompañar a mis padres a la estación.

El rollo es que mañana por la noche quería subir al centro para cenar con ellos en algún pub viendo el fútbol, pero justo resulta que tienen una cena con el jefe de Hugh y tengo que quedarme con los niños desde las cinco y media. Ya os contaré si he logrado escaparme en algún momento...

¡Buenas noches!

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