domingo, 29 de abril de 2012

Oh, my goodness! Esta dichosa lluvia no va a desaparecer nunca.

Hoy había quedado con Manon para dar una vuelta por el centro y ver, por fin, a Berta, que hoy iba a estar por Londres con unos amigos de Jaén. Así que las dos íbamos a vernos en Hyde Park Corner a las 11:00 para ver el cambio de guardia en Buckingham Palace, que al final resultó que no era hoy.

La cuestión es que le mandé el mensaje protocolario a Manon diciéndole el punto exacto en el que estaba, pero pasaban los minutos (que se hacían eternos bajo la lluvia y el fuerte viento) y no llegaba. La llamaba y me salía el buzón de voz. Me recorrí treinta veces todas las salidas de metro de la estación y no estaba en ninguna de ellas. Buscaba a lo lejos un paraguas como el mío, alzaba mi paraguas por si ella podía verlo desde algún sitio. La volvía a llamar. Nada.

Así estuve más de una hora. Al final, no sabía si llamar a Berta e irme con ella, si irme a mi casa, si enfadarme, si llorar... Pero seguía dándole una oportunidad y volvía a dar una vuelta a ver si la encontraba. Al final, casi decidí tirar la toalla, así que me dirigí de nuevo a la estación y, de repente, ¡allí estaba ella hablando con los guardias de seguridad a ver si podían ayudarla a encontrarme! ¡Qué alegría nos dió vernos! Resulta que ella había perdido el tren y se había olvidado el móvil en su casa, así que mientras yo me movía para buscarla, ella iba siguiendo mis pasos buscando un paraguas como el nuestro y debimos cruzarnos treinta veces, pero nunca nos veíamos. De película.

Las dos estábamos empapadas, así que lo único que nos apetecía era tomarnos un café y seguir luego el camino, pero llamamos a Berta para ver dónde estaba y, al final, cogimos de nuevo el metro hacia Westminster, donde nos estaban esperando en un McDonalls. Como los amigos de Berta estaban por primera vez en Londres sólo para pasar el puente, el día ha sido turístico total. Y después de ver el Parlamento nos fuimos al British Museum. Odio ese sitio. Para llenar el museo han desmantelado todo Egipto y Grecia. No tiene sentido que en un museo británico haya momias, esfinges y hasta trozos de edificios. Me da pena que se hayan destrozado lugares realmente emblemáticos para descontextualizarlos entre cuatro paredes.

Como Berta tenía que volver temprano a Birmingham, la acompañamos hasta la estación de autobuses de Victoria. Ya he visto dónde tengo que coger el autobús para ir al aeropuerto de Stansted y, más o menos, ya sé por dónde cae el hotel de mis padres.

Cuando Berta se fue, acabamos en nuestra parada diaria del fin de semana: Starbucks. Esta vez he descubierto una bebida que me ha gustado mucho y que no es perjudicial para mi salud gástrica: el frapuccino de caramelo. Es como leche con hielo picado, caramelo y nata; y sabe como a helado.

Mañana intentaré subir las poquillas fotos que hemos hecho hoy (con la lluvia, no hay quien pose o quien saque la cámara). De todas formas, aún me quedan cinco meses y medio...

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